jueves, 17 de septiembre de 2009

HABLANDO DE LA EDUCACIÓN ANTE LA CRISIS


HABLANDO DE LA EDUCACIÓN ANTE LA CRISIS,

por Jorge I. Sarquís

El viernes 11 del mes que corre se reunieron en el Congreso de Educación 2009 casi 500 maestros de educación Básica, Media y Media Superior en Orizaba, bajo los auspicios del H. Ayuntamiento de Ixtaczoquitlan. Aquí algunas conclusiones personales.
En el mundo globalizado de hoy, las crisis también son globales; la actual coyuntura económica no hace más que agudizar los síntomas de lo que puede calificarse como una crisis de paradigma; una profunda crisis que permea todos los aspectos de la vida del hombre contemporáneo; una crisis que incluso, amenaza la estabilidad del orden mundial y su viabilidad en el mismísimo corto plazo. No es sólo Occidente que está en crisis: Este y Oeste, Norte y Sur, todos por igual vivimos en crisis. Pero si bien crisis es sinónimo de riesgo, de inseguridad, tribulación y hasta malestar, también es sinónimo de transformación, de mutación.
En un mundo en el que se hace hegemónico un modelo que procura la desaparición de la unicidad, en un mundo vuelto miniatura por el poder las nuevas tecnologías en comunicación; que ve desaparecer día con día las peculiaridades culturales lo mismo que los límites de las identidades nacionales, para dejar en su lugar nada sino la odiosa homogeneidad del consumidor anónimo, la búsqueda no debe ser por rescatar viejas fórmulas para lograr más con menos; sino por inventar nuevas fórmulas para hacer mejores cosas, para perseguir objetivos más nobles.
El dinero, hasta en exceso de poco sirve, y fatalmente se desperdicia, en ausencia de un sólido proyecto de nación, como el que logró unificar al país durante los años del Nacionalismo Revolucionario, con todo y sus defectos. Ningún dinero alcanza si sólo se busca satisfacer las exigencias cuantitativas del subdesarrollo. Como ejemplo recordemos que México ha invertido mucho en programas de alfabetización y, sin embargo, los resultados importantes no están ahí, pues no hacemos nada por cultivar el amor por la lectura. ¿Cómo si no, podemos explicar que el promedio anual de lectura en México es de 0.8 libros per cápita? ¿De qué sirve que la gente pueda leer, si no lee? ¿Qué desarrollo personal –mucho menos nacional, puede resultar de ello? Por el bien de México, es urgente que la gente lea mucho más. Nuestros alumnos y nuestros hijos necesitan vernos leyendo, necesitamos leer con ellos, de sobremesa, antes de ir a la cama, en voz alta, todos los días, al iniciar cada clase, sea de biología, matemáticas, geografía, lo que sea, debemos empezar cada clase con la lectura de algo interesante y formativo por diez minutos, no hace falta más, si se hace bien y con empeño verdadero.
En más que buena medida, la actual crisis tiene su origen en nuestra entrega total e irreflexiva a las demandas de la economía de mercado. En aras de un crecimiento económico que no hace sino enriquecer más y más a cada vez menos personas, al mismo tiempo que empobrece a cada vez más personas, hemos permitido activamente el relajamiento y la devaluación de los valores, entre estos, el de la educación como fin en sí mismo que realiza al individuo. La hemos vaciado de todo contenido teleológico para reducirla a la dotación de competencias para el mercado laboral.
Particularmente las instituciones públicas, porque dependemos del erario, tenemos el deber inaplazable de preparar a los ciudadanos futuros y de hoy para la vida en sociedad en plenitud de capacidades y potencial de realización. Tendamos un puente entre los diferentes niveles educativos que permita una movilidad de alumnos y maestros entre el kínder y la universidad con el fin de fomentar los valores de la creatividad, del amor por la lectura, de la responsabilidad, la disciplina y el cumplimiento del deber, que como decía Balzac, “en ello reside todo honor”

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